Sin
voces misteriosas, pero con claridad
ha
llegado hasta nuestro corazón
tu
llamada a seguirte.
Estamos
decididos a hacerlo.
Sabemos
que esto no nos amargará la vida,
porque
tu palabra es buena noticia,
tu yugo
suave y tu carga ligera.
Siguiéndote
nos sentimos más libres
y
felices, a pesar de las dificultades.
La
eucaristía y el contacto con los hermanos,
nos
anima a marchar por tus caminos.
Gracias,
Señor, por pronunciar cada uno
de
nuestros nombres, del mismo modo que
un día
llamaste así a tus apóstoles.
Tú eres
nuestra ley, nuestro modelo.
Desde la
debilidad de nuestra palabra,
prometemos,
una vez más, seguirte de cerca.
Voy con
las riendas tensas,
porque
no es lo que importa,
llegar
solo ni pronto,
sino
llegar con todos y a tiempo.
La
vocación es como un itinerario
con
señales de pista,
cada
señal lleva a la señal siguiente,
sin
saber el término definitivo,
más que
un conocimiento del futuro,
más que
buscar condiciones,
es una
gran amistad.
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