lunes, 24 de diciembre de 2012

FELIZ NAVIDAD


Despierta


Aquí te dejamos una oración de nuestro último encuentro, que os aproveche.


Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han adormecido en las cosas
y ya no tienen fuerza para amar.
Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado en ilusiones huidizas.

Despierta, Señor, la sed que tenemos de Vos,
porque demasiado a menudo bebemos aguas amargas
Despierta, Señor, el hambre que tenemos de Vos,
porque nuestras comidas nos dejan vacíos.

Despierta, Señor, nuestro deseo de felicidad
porque nos perdemos en diversiones caducas.
Despierta, Señor, nuestro silencio vacío,
porque necesitamos palabras de vida para vivir.

Despierta, Señor, todo nuestro ser,
porque hay caminos que solo se hacen
con los ojos abiertos para reconocerte.

Amén


Si quieres más pincha aquí.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Tuvimos la segunda

El pasado viernes, un nutrido grupo de jóvenes, nos juntamos en la Parroquia de San José a preparar de una manera especial la Navidad. En esta ocasión nos acompañó nuestro Obispo.
Para hacer una buena foto es importante la cámara y la luz,en esta ocasión ambas fallaron, pero bueno, lo importante es que fue una buena ocasión para rezar todos juntos.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Ejercicios de oración

I. Lectura rezada


Si se te olvidó rezar, si no sabes qué hacer con Dios te aconsejo que comiences a dar los primeros pasos con el apoyo del método que llamo “Lectura rezada”.
Mira, la mente humana es inquieta mariposa, errante como el viento. Necesita estar en perpetuo movimiento, saltando del pasado al futuro, de los recuerdos a las imágenes, de las imágenes a los proyectos… alguna vez con lógica, casi siempre sin lógica. Es incapaz de estar fija por cinco segundos en un objeto.
Orar, en cambio, consiste en sujetar la atención y en fijarla en el Señor. ¿Cómo hacerlo con una mente tan loca? Necesitamos apoyos y el apoyo es la oración escrita, y el método la lectura rezada.
Toma una oración escrita, por ejemplo un Salmo u otra oración. Advierte bien esto: no se trata de un capítulo de la Biblia para meditar, sino de un salmo o de una oración escrita. Comienza a leer despacio. Al leer, trata de vivenciar lo leído. Esto es, trata de asumir, hacer tuyas las frases leídas. Sentirlas identificando la atención con el significado o contenido de las frases leídas. Al concentrarte en el contenido de la frase, como el contenido es Dios, tu atención queda con Dios. La palabra fue puente de enlace.
Pero tu mente errante pronto se desprenderá de Dios y se dispersará. Fija de nuevo tus ojos en la oración escrita, y de nuevo la palabra escrita controlará tu atención y la centrará en Dios. Otra vez tu mente se desligará para volar. Ten paciencia. Sigue leyendo. De nuevo la palabra leída, que es una oración escrita, sujetará tu atención y la pondrá en Dios.
De pronto te encontrarás con una frase que te dice mucho. No prosigas, para. Repite la tal frase muchas veces, viviéndola, sintiéndola, uniéndote a Dios mediante ella. Piensa, date cuenta que para unirte a Dios te basta un solo puente. Por eso repite sin miedo esa frase, hasta que la novedad de la frase se agote, o su contenido inunde completamente tu alma.
Si no sucede eso, prosigue leyendo muy despacio, asumiendo y vivenciando el significado de lo leído. Para de vez en cuando. Vuelve atrás para repetir las frases más significantes. Si estás solo di algunas frases en voz alta, eventualmente, con los brazos extendidos u otras posiciones. Prosigue con una lectura reposada, concentrada, tranquila, uniéndote y llenándote de la presencia que emana de las palabras leídas. Si un momento dado te parece que puedes abandonar el apoyo de la lectura, deja a un lado las oraciones escritas y permite que el Espíritu se manifieste en ti con expresiones espontáneas e inspiradas.
Es conveniente que te des cuenta de lo siguiente: el tiempo que tu atención queda propiamente con Dios es en realidad brevísimo, dada la naturaleza de la mente humana, siempre inquieta y versátil.
No pretendas quedarte propiamente con Dios, por ejemplo treinta minutos, ni siquiera treinta segundos. Confórmate, por lo menos al principio, con estar con Él tres, cuatro, cinco segundos. Ahora, estos instantes intermitentes pueden prolongarse a lo largo de noventa minutos, por ejemplo. En este caso podríamos decir que has tenido noventa minutos de oración, pero en realidad esos noventa minutos constaban de breves instantes. Así se hace la lectura rezada.
Ayuda a la vida espiritual la siguiente práctica: aprende de memoria varios salmos, versículos de salmos o simplemente frases fuertes como: “Mi Dios y mi todo”, “Tú eres mi Dios” u otras frases. Cuando vayas viajando en un tren, en un autobús urbano o caminando por la calle o estés ocupado en quehaceres domésticos, constituye una excelente ayuda espiritual repetir esas frases y unirse al Señor mediante esas oraciones vocales memorizadas.