IV - EJERCICIO DE ACOGIDA
Así como en el ejercicio propuesto anteriormente tú sales hacia Dios, en este ejercicio de acogida tú
permaneces quieto y receptivo y Dios sale y llega a ti, y tú acoges gozoso esa
salida.
Es conveniente hacer esta práctica con Jesús resucitado y
presente. Debes utilizar el verbo “sentir”, pero cuidado, sentir no en el
sentido de emocionarse, sino de percibir. Se pueden percibir tantas cosas sin
emocionarse. Deja sentir cómo la presencia resucitada y resucitadora de Jesús
entra e inunda todo tu ser, en la fe, llegando hasta los últimos rincones de tu
alma. Siente cómo esa presencia toma plena posesión de tus dominios. Siente
cómo Jesús toca y cura esta herida que te duele. Cómo Jesús saca la espina de
esa angustia que te oprime. Te alivia y libera de esos temores, de aquellos
rencores. Luego salta a la vida, a tu casa o tu trabajo; acompañado de Jesús
haz un paseo por los lugares donde vives o trabajas. Preséntate ante aquella
persona con quien tienes conflictos. Imagínate cómo la miraría Jesús, mírale tú
con los ojos de Jesús. Cómo sería la serenidad de Jesús si tuviera que
enfrentarse con aquel conflicto, afronta esta situación, qué le diría a esta
persona, cómo serviría en aquella necesidad. Imagina, en fin, toda clase de
situaciones, aún las más difíciles. Y déjale a Jesús actuar a través de ti,
mira por los ojos de Jesús, habla por su boca, que su semblante aparezca por tu
semblante. No seas tú quien viva en ti sino Jesús.
Es un ejercicio transformante. Toma una posición orante, igual
que en el ejercicio anterior, y después de pronunciar y vivir la frase, quédate
un tiempo quieto y en silencio permitiendo que la vida de la frase resuene y
llene el ámbito de tu alma.
He aquí algunas frases que te pueden servir para hacer este
ejercicio: “Jesús, entra dentro de mí”; “Jesús, toma posesión de todo mi ser”;
“Tómame con todo lo que soy, lo que pienso, lo que hago”; “Toma lo más íntimo
de mi corazón”; “Cúrame esta herida que tanto me duele”; “Sácame la espina de
esta angustia”; “Retira de mí estos temores, rencores, tentaciones”; “Jesús,
¿qué quieres de mí?”, “¿cómo mirarías a aquella persona?”, ¿Cuál sería tu
actitud en aquella dificultad?”; “¿Cómo te comportaría en aquella situación?”;
“Lo que Tú harías, quiero hacerlo yo”; “Los que me ven que te vean, Jesús”;
“Transfórmame todo en Ti”; “Sea yo una viva transparencia de tu persona”.
También este ejercicio debe durar unos cuarenta y cinco o
cincuenta minutos.