martes, 12 de noviembre de 2013

Ejercicios de oración

VI – EJERCICIO AUDITIVO


Toma una posición adecuada y orante, envuélvete en una atmósfera de tranquilidad. Deslígate de ruidos y voces que suenan a tu derredor. Silencia completamente tu cuerpo, soltando músculos y nervios. Suelta también recuerdos del pasado y preocupaciones del futuro. Quédate en un presente simple, puro y despojado. Sólo yo conmigo mismo.
Ahora, entra lentamente en el mundo de la fe. Toma una frase muy breve, por ejemplo: “mi Dios y mi todo”, o una sola palabra, por ejemplo: Padre, Jesús, Señor… comienza a pronunciarla suavemente cada quince, veinte o más segundos. Al pronunciar la frase o la palabra trata de vivirla, hacerla tuya, asumiendo su contenido o significado. Hazlo sin violencia interior sino con sumo sosiego y calma. El silencio que sigue luego de pronunciar debe ser un silencio sonoro, en que siga resonando la frase como un eco.
Comienza a percibir cómo la presencia que está encerrada en esas palabras va inundando tu ser entero hasta que todas las energías mentales queden impregnadas del contenido de esas palabras.
Ve distanciando la repetición de las palabras hasta que, de ser posible, el silencio desplace y sustituya a la palabra.
Este ejercicio tiene una variante. Consiste en que la palabra sea pronunciada en el momento de la expiración, esto es, al expulsar el aire de los pulmones. Habrás advertido que al inspirar tu cuerpo se infla y queda tenso; al expirar, en cambio, se relaja. En esta variante, aprovechamos la fase naturalmente relajada del cuerpo, que es la expiración, para pronunciar con más profundidad la frase y unirnos más vivamente al Señor y así, lentamente, el cuerpo y el alma pueden ir entrando en una combinación conjunta y armónica. Hasta que todo tu ser, cuerpo y alma, queden inundados de la presencia del Señor. Puedes encontrarte con efectos sorprendentemente benéficos tanto para el cuerpo como para el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario