viernes, 3 de mayo de 2013

Ejercicios de oración


IV - EJERCICIO DE ACOGIDA

Así como en el ejercicio propuesto anteriormente tú sales hacia Dios, en este ejercicio de acogida tú permaneces quieto y receptivo y Dios sale y llega a ti, y tú acoges gozoso esa salida.
Es conveniente hacer esta práctica con Jesús resucitado y presente. Debes utilizar el verbo “sentir”, pero cuidado, sentir no en el sentido de emocionarse, sino de percibir. Se pueden percibir tantas cosas sin emocionarse. Deja sentir cómo la presencia resucitada y resucitadora de Jesús entra e inunda todo tu ser, en la fe, llegando hasta los últimos rincones de tu alma. Siente cómo esa presencia toma plena posesión de tus dominios. Siente cómo Jesús toca y cura esta herida que te duele. Cómo Jesús saca la espina de esa angustia que te oprime. Te alivia y libera de esos temores, de aquellos rencores. Luego salta a la vida, a tu casa o tu trabajo; acompañado de Jesús haz un paseo por los lugares donde vives o trabajas. Preséntate ante aquella persona con quien tienes conflictos. Imagínate cómo la miraría Jesús, mírale tú con los ojos de Jesús. Cómo sería la serenidad de Jesús si tuviera que enfrentarse con aquel conflicto, afronta esta situación, qué le diría a esta persona, cómo serviría en aquella necesidad. Imagina, en fin, toda clase de situaciones, aún las más difíciles. Y déjale a Jesús actuar a través de ti, mira por los ojos de Jesús, habla por su boca, que su semblante aparezca por tu semblante. No seas tú quien viva en ti sino Jesús.
Es un ejercicio transformante. Toma una posición orante, igual que en el ejercicio anterior, y después de pronunciar y vivir la frase, quédate un tiempo quieto y en silencio permitiendo que la vida de la frase resuene y llene el ámbito de tu alma.
He aquí algunas frases que te pueden servir para hacer este ejercicio: “Jesús, entra dentro de mí”; “Jesús, toma posesión de todo mi ser”; “Tómame con todo lo que soy, lo que pienso, lo que hago”; “Toma lo más íntimo de mi corazón”; “Cúrame esta herida que tanto me duele”; “Sácame la espina de esta angustia”; “Retira de mí estos temores, rencores, tentaciones”; “Jesús, ¿qué quieres de mí?”, “¿cómo mirarías a aquella persona?”, ¿Cuál sería tu actitud en aquella dificultad?”; “¿Cómo te comportaría en aquella situación?”; “Lo que Tú harías, quiero hacerlo yo”; “Los que me ven que te vean, Jesús”; “Transfórmame todo en Ti”; “Sea yo una viva transparencia de tu persona”.
También este ejercicio debe durar unos cuarenta y cinco o cincuenta minutos.

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